Por Celia Mesías
Todos los veranos, desde que
Lupe dejó de llorar cuando no tenía cerca a su mamá, su tía Mabel y su tío Abel
la llevaban a su casa ubicada en la Emilia a pasar unos días con ellos. Los
amados tíos no tenían hijos, nunca pudieron tenerlos. Por esta razón, mitigaban
sus ansias de ser padres con sus sobrinos. Eran fantásticos, en su casa Lupe se
sentía genial, única hija; su tía Mabel había guardado en un cofre collares,
aros y pulseras que solo ella usaba cuando iba de visita. Inclusive lo escondía
en el garaje, en un huequito, para asegurarse de que nadie tocara “sus tesoros”
en su ausencia. También, disponía de un bolso lleno de frutas de plástico con
los que jugaba al supermercado y una valija llena de vestidos y zapatos taco
alto que la tía ya no usaba.
En aquel mundo que armaba en
el porche o en el living, no podía ser más que feliz la niña, jugando con sus
amigos del barrio o los imaginarios. Ella era la bella princesa de algún cuento
de hadas.
A la mañana, iban con la tía
a hacer las compras al único mercado que había en el lugar. Le compraba todo lo
que le gustaba: postre, galletitas dulces y hasta algunas golosinas, además de
todo lo necesario para prepararle las más deliciosas comidas, ya que la pequeña
era la que designaba el menú del día. Cuando no dormían la siesta, después de
almorzar se dirigían al club, donde además de tener muchos juegos, tenía una
pileta enorme donde tío Abel tiraba a Lupe como una bolsa de papas, cosa
que le encantaba. O iban al arroyo, que está al lado del predio del club y jugaba
con los otros niños en el gomón que le habían regalado sus tíos.
A la nochecita marchaban los
tres, después de cenar, todos los días, a la heladería a comprar el tradicional
helado de dulce de leche, frutilla y chocolate. Luego, se dirigían a la plaza
principal, enfrente de la iglesia y mientras los tíos conversaban caminando
alrededor de la plaza, Lupe andaba en bici.
El día martes, cuando salían
del súper con su tía, una vecina se acerca a ellas y les dice:
-¿Mabel, sabías que el
sábado viene Luis Miguel al club?
La pequeña niña sintió en ese
momento una alegría y emoción tan grande, ya que en aquella época le encantaba
Luis Miguel. Tenía sus casetes, cantaba todo el día las canciones, miraba todas
sus películas, en fin era su fans.
Tía Mabel miro a Lupita y
preguntó:
-¿Querés ir, negrita? Vamos
hasta el club y compramos las entradas ahora.
-Sí, tía, porfi, nunca
pensé que iba a poder verlo tan cerquita, vive en México, ¿sabías?
-Sí, sabía. Vayamos entonces.
El evento se realizaría el
sábado a las 20:30 en el Club La Emilia. A partir de ese momento, Lupe contaba
los minutos para que llegara el tan ansiado recital; fantaseaba todo el día con
él. Sus tíos pertenecían a la comisión directiva del club, le habían prometido
que se ubicarían en un lugar muy cerca del escenario. Ya tenía el atuendo para
la ocasión, un conjuntito de casaquita y pollerita blanco con florcitas rosa pálido
hermoso que le compró su tía Mabel, con unos zapatos
Guillermina rosa a tono con el vestido y perfume Coqueterías.
El sábado amaneció soleado y
caluroso, un día espléndido. Lupe durmió la siesta para estar despierta hasta
que el recital culminara sin problemas. Pero como a las 18 empezó a desmejorar, un
atardecer gris reemplazó el acostumbrado celeste y naranja del cielo, en el
horizonte, el cual veía cada tarde, porque la casa de los tíos de Lupe
era amplia y se podía ver la puesta del sol.
Tía Mabel llamó a
Lupe a la cocina, donde estaba haciendo pizza para la cena y le dijo:
-Negra, si el clima sigue así
no te llevo al club, tengo miedo de que te mojes y te enfermes, ¿estamos
de acuerdo?.
Cuando tenía 3 meses padeció
de encefalitis que derivó en una meningitis viral al nacer a los ocho
meses de gestación y no haberla puesto en incubadora. Casi muere. Fue tan grave,
que fue sometida a constantes exámenes hasta los 5 años de edad. Inclusive le
vaticinaron a los padres que quedarían secuelas que repercutirían en su desarrollo cognitivo, pero gracias a dios eso no pasó. De todos modos, el temor perduraba en los seres queridos.
-Está bien, tía, dijo
mirándola a los ojos y rogando por dentro que el tiempo mejorara. Creo que la
tía pudo leer la súplica en los ojos de la niña, porque la abrazo muy fuerte,
acariciándole las trenzas como pidiéndole disculpas por sus temores y la
inminente desilusión de la pequeña.
El cielo amenazaba con
relámpagos y soplaba un viento frío y desesperanzador para la chiquilla, a la
hora que debían estar en el club; el show no podía suspenderse porque había
mucho dinero invertido en el mismo, así que se tomaron recaudos poniendo un techo de
lona en el escenario para que la estrella cantara sin mojarse.
Como a las 21, Luismi subió a
escena y comenzó a cantar “Good Morning love”. Previo a esto, había saludado,
agradeciendo al público presente su asistencia y manifestando sentirse feliz
de estar allí. Luego cantó todas las canciones del primer álbum y algunas del
segundo. Al comenzar cada canción, las féminas gritaban efusivamente dando la
bienvenida a cada representación que la adolescente estrella exponía, mientras el cielo hacía juego de luces con los relámpagos.
Lupe lo oía todo, ya que se
encontraba a unos cuantos metros del show, sentadita en el tapialcito del
frente de la casa de sus tíos. Se balanceaba al ritmo de la música, con los
ojitos cerrados. Cantó durante la hora y media que duró el espectáculo las
letras de su artista favorito como si estuviera frente a él.
Lupe no pudo ir a ese recital, pero igual recuerda con mucha
alegría la noche de verano de 1986 cuando Luis miguel cantó en el club La Emilia.