La
zanja nacía a la altura de las calles
Alberdi y Francia y desembocaba en el Arroyo Yaguarón. No era una zanja
cualquiera, era la “zanja de doña Melchora”. Se la conoce así porque doña
Melchora era una señora que vivía a orillas de ese desagüe de la ciudad.
Todos los niños pescaban allí, porque los pesces entraban desde el río. Era una recreación inolvidable. En ese sitio el Yaguarón era muchos más ancho hasta que fue canalizado. Todas las tardes se veía a grandes y chicos caminando por sus orillas buscando el lugar más cómodo para una captura segura. Muchos nicoleños se iniciaron como pescadores en sus orillas, con la antigua línea de mano, aprendiendo el pique del moncholo y el amarillo.
Cuando San Nicolás comenzó a crecer y se debían buscar pasos alternativos, seguros para los transeúntes se decidió crear un puente que atravesaría la zanja de doña Melchora, que más tarde fuera protagonista de postales que recorrieron el mundo. Se terminó de construir el 23 de diciembre de 1894 y tuvo una vida útil de 73 años hasta que fue reemplazado por la construcción de una calle que unía ambas costas. Se ubicaba en la calle Sarmiento entre la avenida Alberdi y José Ingenieros y recibió el nombre de “Puente Ruiz Huidobro”, en conmemoración al ex intendente de la ciudad, promotor de su construcción. La zanja ya no era lo mismo con el puente, todo ese lugar se volvió más transitado por los lugareños y perdió su anhelada calma.
Igualmente, no dejaba de ser un lugar agreste, pintoresco y atractivo. Su paisaje daba un aspecto salvaje, la vegetación se desarrollaba a los costados de toda la zanja: malezas y camalotes mezclándose con el agua turbia que corría como un torrente de una ciudad despojándose de sus impurezas. Las casas que la rodeaban eran humildes pero con una construcción segura, la mayoría se localizaban en distintos niveles de las barrancas linderas, por temor a una inundación que haga desbordar la zanja.
119 años después, todo es diferente, es otra la historia. La zanja dispone de laterales y base hechos en hormigón armado y su curso fue cambiado. Ahora, en su desembocadura, se encuentra el Club Náutico de San Nicolás. Atraviesa la ciudad por debajo de las calles, por entubamiento y solo la comenzamos a divisar y sentir su caudal a pocos metros de su desembocadura, tramo que pronto también será tapado para unir ambas costaneras de la ciudad.
La zanja de doña Melchora no será más esa en la cual se buscan objetos desaparecidos, ni tampoco será más el paso obligatorio de los niños que quieren aprender a tirar su primer línea de pesca. O de vecinos tomando mate sobre sus orillas. Todo los sabores, placeres y aventuras que se vivían en ella, quedarán en la mente de muchos que los hayan experimentado, que no dejarán el pasado y el presente, y que en el futuro nos permitirán reactivar el recuerdo.
Todos los niños pescaban allí, porque los pesces entraban desde el río. Era una recreación inolvidable. En ese sitio el Yaguarón era muchos más ancho hasta que fue canalizado. Todas las tardes se veía a grandes y chicos caminando por sus orillas buscando el lugar más cómodo para una captura segura. Muchos nicoleños se iniciaron como pescadores en sus orillas, con la antigua línea de mano, aprendiendo el pique del moncholo y el amarillo.
Cuando San Nicolás comenzó a crecer y se debían buscar pasos alternativos, seguros para los transeúntes se decidió crear un puente que atravesaría la zanja de doña Melchora, que más tarde fuera protagonista de postales que recorrieron el mundo. Se terminó de construir el 23 de diciembre de 1894 y tuvo una vida útil de 73 años hasta que fue reemplazado por la construcción de una calle que unía ambas costas. Se ubicaba en la calle Sarmiento entre la avenida Alberdi y José Ingenieros y recibió el nombre de “Puente Ruiz Huidobro”, en conmemoración al ex intendente de la ciudad, promotor de su construcción. La zanja ya no era lo mismo con el puente, todo ese lugar se volvió más transitado por los lugareños y perdió su anhelada calma.
Igualmente, no dejaba de ser un lugar agreste, pintoresco y atractivo. Su paisaje daba un aspecto salvaje, la vegetación se desarrollaba a los costados de toda la zanja: malezas y camalotes mezclándose con el agua turbia que corría como un torrente de una ciudad despojándose de sus impurezas. Las casas que la rodeaban eran humildes pero con una construcción segura, la mayoría se localizaban en distintos niveles de las barrancas linderas, por temor a una inundación que haga desbordar la zanja.
119 años después, todo es diferente, es otra la historia. La zanja dispone de laterales y base hechos en hormigón armado y su curso fue cambiado. Ahora, en su desembocadura, se encuentra el Club Náutico de San Nicolás. Atraviesa la ciudad por debajo de las calles, por entubamiento y solo la comenzamos a divisar y sentir su caudal a pocos metros de su desembocadura, tramo que pronto también será tapado para unir ambas costaneras de la ciudad.
La zanja de doña Melchora no será más esa en la cual se buscan objetos desaparecidos, ni tampoco será más el paso obligatorio de los niños que quieren aprender a tirar su primer línea de pesca. O de vecinos tomando mate sobre sus orillas. Todo los sabores, placeres y aventuras que se vivían en ella, quedarán en la mente de muchos que los hayan experimentado, que no dejarán el pasado y el presente, y que en el futuro nos permitirán reactivar el recuerdo.
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