jueves, 4 de julio de 2013

El robo del siglo

Por Tamara Sánchez
Si te contaran la historia de dos amigas muy unidas y te comentaran que una de ellas entró con una media en la cabeza en la casa de la otra y robó sus cosas de valor, dirías que estás viendo una de esas películas de comedia que pasan en la tele los domingos por la tarde. En este caso, no es así.
Miriam y Graciela son dos mujeres que sostienen una amistad hace varios años. Ambas conocen a la familia de la otra y muchas veces se reunieron para pasar días y tardes juntas o compartir alguna que otra cena. Un fin de semana que el clima se encontraba perfecto para salir a tomar un poco de aire, caminar y despejarse, Graciela le envió a Miriam un mensaje invitándola a tomar mates a la costanera y, de paso, ponerse al corriente con algunas cuestiones ocurridas en esos dos días que no pudieron verse ni hablarse.
"¿Por qué no?", pensó Miriam y enseguida le contestó el mensaje:
-Hola querida Graciela, nos encontramos en la entrada de la costanera nueva a las 16 horas si te parece bien.

- Nos vemos ahí, contestó Graciela. Así fue que ambas amigas se encontraron y disfrutaron de una agradable tarde en el verde césped de la costanera nicoleña.
Una semana después se volvieron a reunir, pero esta vez en la casa de Miriam para festejar su cumpleaños número 50. Graciela acudió al hogar de su amiga y le llevó de regalo un vino. No era cualquier vino, era un Achával Ferrer Malbec Finca Bella Vista del año 2008 valuado en US$ 80 aproximadamente. Feliz por el regalo, abrazó a su amiga y le agradeció su gesto diciéndole que no era necesario ponerse en gastos.
- Todo sea por una amiga, le contestó Graciela con una sonrisa en la boca.
Eran las 10 de la noche y Miriam despidió a su último invitado. Cansada por el festejo, tomó un baño e inmediatamente se fue a la cama. Estaba por acostarse cuando sintió dos golpes en la puerta. Sorprendida por el horario pero convencida de que era algún amigo o familiar que no había podido saludarla en un horario más prudente, abrió la puerta. Se quedó paralizada al ver a un sujeto con una media en la cabeza, en una mano una tijera de podar y en la otra un destornillador. Sin decir una palabra, el ladrón ingresó en la vivienda y la amenazó apuntándola con sus dos instrumentos.
Miriam sabía que era un ladrón un poco improvisado, los robos con destornilladores y tijeras de podar no son muy frecuentes en San Nicolás, pero en ese momento no pudo realizar ningún movimiento por miedo o por sorpresa. Después de tomar todos los elementos de valor que se encontraban en la casa, se dio a la fuga.

La dueña de casa quedó asombrada y pensó por un minuto que el suceso era demasiado insólito. ¿Qué bandido ingresaría en un hogar con ese tipo de armas?, ¿por qué no les hizo nada y no emitió ningún tipo de sonido?, ¿cómo sabía qué cosas de valor  tenía en la casa y los lugares exactos de su ubicación? Todas estas preguntas hicieron ruido en Miriam, que en un instante de locura salió corriendo de la casa para perseguir al hombre que había ingresado en su residencia. Sin darse cuenta transitó cinco cuadras al ritmo de un corredor de velocidad profesional, se arrojó sobre el victimario y comenzó a golpearlo. Cuando ya lo tuvo controlado, tomó la media que tapaba su cara y se la quitó. La sorpresa fue mayor cuando descubrió que quién le había hecho pasar ese mal momento no era nada más y nada menos que su gran amiga Graciela, la que la acompañó en los momentos malos y en los buenos, la que compartió toda una tarde en la costanera con ella, la que llegó con un vino de primer nivel como regalo de cumpleaños horas atrás.

Miriam se enteró por el diario que “su amiga” Graciela declaró a la policía que no sabía lo que estaba haciendo en ese momento. También supo que a partir de ese día fue a una institución de salud médica por sus delicados problemas psiquiátricos. Por un lado sintió un alivio inmenso al saber que la policía realizó su trabajo como correspondía, pero por el otro sintió pena. Después de todo, Graciela, había sido su gran amiga.

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