San
Nicolás de los Arroyos, la última ciudad del norte de Buenos Aires, que muchos confunden como santafecina y
donde las “s” no se dejan oír; por donde pasaron hombres y mujeres reconocidos de nuestro país; ciudad de cuadras largas, calles adoquinadas, pavimentadas
y de tierra. Con veredas angostas y una vistosa vegetación, sus árboles cuyas
copas caen embelleciendo la mirada de los transeúntes. Casas de estructuras antiguas que contrastan
con las edificaciones modernas. Ciudad de ensueños y de misterios,
envuelta por el río Paraná y arroyos que
desembocan en él.
Industrias
que abrazan la ciudad, cautivando gente
de todos sus barrios y localidades
vecinas. Existen rincones encantados, donde se mezcla la historia con anécdotas
fantasmales atrapantes.
Soy
una eterna enamorada del Paraná. Mi casa no está lejos de sus orillas, lo
disfruto, lo admiro, me embriaga ver la ciudad desde su lecho. Puedo sentir su
brisa, disfrutar de su fauna, me entretiene su oleaje, saboreo su naturaleza
exterior e interiormente. ¡Cuántas sensaciones encontradas me hace sentir!
San
Nicolás, el pueblo que se hace ciudad, el que avanza a pesar de las
dificultades que acarrean los nuevos gobiernos, sus calles céntricas pobladas
de negocios comerciales y gente paseando, mirando, comprando…
Sólo
los domingos, sus calles descansan de tanto murmullo, calles desiertas, oasis
imaginarios se presentan para el espectador. ¡Cuánto material para aquellos que
nos gusta escribir! ¡Cuánto glamour para la fantasía de un día de paseo!
¡Cuanto…cuanto deleite, me regocija vivir en ella!
No hay comentarios:
Publicar un comentario