jueves, 18 de abril de 2013

Un lugar escondido a la vista de todos.

Por Romina Paniagua

Desde los rincones más perdidos de la ciudad existe un puente que te lleva a adentrar el río.
Los cálidos rayos del sol hacen que el agua brille de tal forma que parecen pequeños espejos flotantes.
Los matices y los aromas se mezclan haciendo de ese rincón del parque un lugar mágico.
Las nube, los pájaros, los pequeños veleros son parte de la vista, del paisaje. El silencio armónico de la naturaleza por ahí es interrumpido por el rechinar de las viejas hamacas.
Ese espacio sacado de su contexto, logra borrar las tristezas, los dolores, los males; te hace encontrar con tu ser, hondar en los más profundo, enfrentar los miedos más poderosos. Ese lugar tiene la habilidad de canalizar las energías y transformalas en algo nuevo que flota en el aire.
Este pequeño parador, que está custodiado por el gigante libertador, es un lugar escondido a la vista de todos, quizás por eso es tan misterioso, tan especial, tan mio y de todos. 



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