lunes, 27 de mayo de 2013

Historias de bar

Por Carla Sabbatini

 En la tradicional esquina de Garibaldi y Almafuerte. Su fachada histórica, se remonta a los años 30, esos años dorados de milonga y tango. Sus mesitas de madera, cargan consigo miles de historias. Sus paredes tienen impregnado el olor a cigarrillo, ginebra y café. Cuántas almas desoladas buscaron compañía en tu barra.
Todos los días, desde hace muchos años, aquel hombre está sentado en la mesita del fondo del bar El Pancho, siempre con la mirada gacha y los ojos lagrimosos. En su mano derecha, el infaltable cigarrillo de tabaco negro; sobre la mesa, un vaso de ginebra, que de tanto en tanto le da un sorbo. Siempre taciturno, distante, solo de vez en cuando se lo oye tararear algún que otro tango: "Hoy el tiempo ha pasado y qué solo me ha dejado, amarguras y dolor". Cada vez que canta, las lágrimas mojan sus mejillas.
Termina de un sorbo la ginebra, se levanta y camina lentamente hacia la salida. Saluda al encargado con un ademán y al pasar se le escucha cantar: "Pena de arrastrar esta condena, que me mata y que me quema, este triste corazón". El encargado se sonríe para si mismo, sabe que mañana el viejo solitario va a volver a su mesita de siempre.
Hoy el bar ya no es el mismo de unos años. En su interior, el tango ya no suena. Ahora el rock es lo que predomina, pero aún es muy común ver algún que otro hombre anacrónico que se sienta en sus mesas a tomar ginebra y tararear al zorzal.

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