jueves, 23 de mayo de 2013

Mi nombre es Paraná


Por Emiliano Alegrini

En el derrotero de mi existir, poseo una enorme narrativa de hechos y anécdotas. Trataré de mencionar las que, a mi entender, son las más salientes e importantes. Debo ser sincero, esta hermosa tarea se la dedico a ustedes ciudadanos nicoleños, con quienes día a día disfruto compartir nuestra existencia juntos.
Soy un río de América del Sur que nace en el Brasil, con un recorrido de 4.500 kilómetros. Riego al Paraguay y a la Argentina, y en mi desembocadura soy afluente del Río de la Plata formando un delta de 5.250 Km2.
Pero lo más interesante de mi existir, son las grandes historias que pude vivir desde mi lecho. Me llena de emoción recordar aquel 3 de Febrero de 1812, cuando en mis barrancas se llevó a cabo el combate de San Lorenzo. Ver al General San Martín al frente del cuerpo de Granaderos a Caballo, conduciendo el bautismo de fuego de estos bravos criollos, frente a los Realistas que desembarcaban habiendo llegado navegando por mis aguas.
Recuerdo aquel momento como si hubiese sido ayer. San Martín quedando aprisionado debajo de su cabalgadura tras recibir un cañonazo y la abnegación del soldado Baigorria y del Sargento Juan Bautista Cabral, dando sus vidas para salvar al bien llamado “Padre de la Patria”.
También fue muy emotivo vivir y presenciar la jura de la Bandera, nuestra enseña patria. Todavía hoy resuena en mis aguas aquella pronunciación que hizo el General Manuel Belgrano, en la madrugada del 27 de Febrero de 1812, justo antes del momento en que iba a ser izada por primera vez la enseña celeste y blanca, en la batería emplazada en la isla denominada “Independencia”. Belgrano, ante la tropa formada en la ribera, exclamó desenvainando su espada: “Soldados de la Patria: en este punto hemos tenido la gloria de vestir la escarapela nacional. Nuestras armas aumentarán sus glorias. Juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la Independencia y de la Libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo: ¡Viva la Patria!”. Recuerdo que ningún soldado se quedó callado, todos repitieron el grito ardiendo de entusiasmo. Momentos después, la bandera tremolaba al viento, saludada por los vítores de los soldados y una descarga de artillería.
Años después, con gran satisfacción, viví uno de los momentos de mayor orgullo para mí, cuando en las costas de San Nicolás vi nacer el Club de Pescadores, bien llamado “una ventana al Paraná”. Y todavía hoy disfruto de acompañar a esta institución, nacida hace aproximadamente seis décadas, cuando desde su tierra se acercan cientos de nicoleños para practicar todo tipo de actividades relacionadas con el río, tales como la pesca deportiva y la náutica. Y dirán que me pongo en el papel de un dirigente, pero igual deseo expresar mi pensamiento, porque creo que a los clubes hay que cuidarlos, ya no solo porque son necesarios como fuente de esparcimiento y educación, sino porque en su conjunto son una gran fuente de trabajo directa por el personal a su cargo, e indirecta por lo que generan con el movimiento comercial que se crea a su alrededor.
Y me despido con la parte triste, porque así como viví batallas épicas y actos emocionantes, también pude observar hechos que me hicieron sentir muy apenado. En mi extenso recorrido, he visto a innumerables familias de condición humilde que pueden alimentarse gracias al recurso ictícola que transportan mis aguas y la variedad de animales que habitan las islas, por las que corro a diario, como vizcachas, nutrias, cerdos, carpinchos, patos salvajes y tantas otras especies.
Y he visto como el ser humano tiene tendencia depredadora y muchas veces para comercializar ha llegado casi a la extinción de estos animales. Por eso, mi último pedido es para que todos los nicoleños reflexionen: el hombre es agresor de la ecología y el Medio Ambiente en el que se desenvuelve, provocando contaminación y el deterioro del recurso natural. ¡Así no se defiende la salud en el Planeta Tierra! Estoy asombrado por mi función de río, que me ha otorgado la naturaleza. ¡Nada han hecho por mí! Sólo les pido un favor: cuidemos y preservemos lo poco que nos queda en nuestra hermosa ciudad.

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