lunes, 27 de mayo de 2013

Muñecos de nieve en San Nicolás

Por Celia Mesías

Corría el año 1973, era un gélido día de mediados de julio y los niños de nuestra ciudad gozaban del primer receso escolar. En los patios de las casas, a pesar de las bajas temperaturas, podías encontrar mocitos jugando a la pelota con abrigadas camperas y bufandas; en las calles, poco transitadas, podías observar a los pequeños jugando a ser policías motorizados (bicicleta) en persecución de algunos “maleantes”, simulando las sirenas con sus voces. Las niñas, por su parte, con sus pequeños coches, paseaban a sus “bebes” por las imaginarias calles de su pueblo, conversando con sus “vecinas” mientras hacían las compras; otras, en cambio, enseñaban la lección a sus “alumnos" sentadas en sus improvisados escritorios hechos de cajones de manzanas. Muy concentradas, hablaban al alumnado (arboles, plantas o perros echados cerca) y de a ratos se ponían de pie para escribir en el pedazo de madera que hacía de pizarrón, con un pedacito de tiza que habían podido conseguir de la señorita.
Cerca del mediodía, el débil sol de invierno se escondió detrás de algunos grises y amenazantes nubarrones, el cielo en minutos se puso negro y empezó a soplar un álgido viento que abofeteaba los rostros de los que encontraba a su paso. Los pequeños se resistían a abandonar sus aventuras, pese a sus padres insistían para que entraran a sus casas, hasta que finalmente hacían caso.
La lluvia empezó a caer puntual a las 12 p.m., copiosamente. El viento la balanceaba a su ritmo monótono, vertiginoso, hasta que el líquido se convirtió en agua nieve y comenzó a solidificarse, tomando fuerza en medrosos copos al principio, perfectamente claros después. En minutos cubrió todo a su paso, modificando el paisaje rutinario del vecindario por una imagen parecida a la que muestran las postales del sur argentino.
Pequeños y grandes resurgieron eufóricos a las calles a recibir el milagro. Hubieron personas adultas que por primera vez en su vida tocaban la nieve y tomaban los copos entre sus manos fascinados, sonrientes, felices. Los niños, a su vez  saltaban, corrían, con los brazos extendidos. Formaban pelotas para tirarle a sus vecinos y amigos, otros hacían muñecos de nieve, cediéndole sus bufandas o robándole a las distraídas mamás algo de ropa del placard. Todo era una fiesta en aquel momento que no se repetía desde hacía 55 años, ya que la primera vez que nevó en San Nicolás fue el 14 de julio de 1918, aunque no hay registros fotográficos de la época.
Todo era tan inmaculado y tan bello, los techos de las casas y autos, los jardines, hasta los perros transitaban moviendo la cola siguiendo a los chiquillos con su lomo cubierto de nieve. A las 17, el sortilegio llegó a su fin. Nuevamente la tormenta mutó para transformarse en la tradicional lluvia que, en minutos, diluyó el mágico escenario. Los chicos y sus familiares  volvieron al reparo de sus moradas y todo volvió a ser como antes. O tal vez no, porque a cada persona que indague por el fenómeno ocurrido aquel 16 de julio de 1973, se le ilumina la mirada al evocarlo y hasta me animaría a señalar que sienten un poquito de dicha en el corazón al recordar aquella vez que nevó en San Nicolás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario