jueves, 16 de mayo de 2013

Lucha espiritual

Por Emilia Barbaro

San Nicolás de los Arroyos fue el último y definitivo nombre que llevó y llevará esta ciudad, luego de pasar por treinta diferentes nomenclaturas que dieron identidad a nuestro pago entre los años 1608 y 1748. Todas tenían su fundamento:
Los gallegos fueron quienes primero desplegaron sus pertenencias en un extremo del Partido de los Arroyos (nombre que tenía la ciudad por entonces) a orillas del Arroyo Ramallo. Los había mandado a buscar Doña Juana Paulina de Ugarte y su marido, Rafael de Aguiar, para poder trabajar la cosecha del trigo en un suelo intratable de tierra fértil.
Al llegar, trajeron consigo sus historias, costumbres y tradiciones. No tenían por qué desterrarse de ello. Y fue por esto quizás que no tardaron demasiado tiempo en construir, entre sus viviendas, una iglesia, en cuyo altar se veneraba a un santo: San Nicolás de Bari.
En aquel entonces, también, en las barrancas del Arroyo del Medio al otro extremo de la ciudad, estaban instalados los aborígenes provenientes del Chaco, quienes tendrían la misma tarea que los españoles. Ahí construyeron un pueblito al que llamaron San Vicente, en honor a San Vicente Ferrer, santo que al que adoraban y al cual -con barro- le habían levantado un templo.
Las aldeas tenían una relación cordial, hasta el momento en que un diluvio invadió toda la zona y los puso frente a frente, ya que al verse anegados cada uno pedía a su santo que frene el temporal. La sublevación de los aldeanos preocupó a la corona, la confrontación se hacía cada vez más enérgica y la solución fue mandar a destruir ambos poblados, con la intención de que estos logren fusionarse en una única ciudad, en la que habría solo una iglesia y donde convivirían las imágenes de ambos santos.
Por eso, por aquellos años fuimos San Nicolás de Bari, alternando entre otros nombres como Partido de los Arroyos, San Nicolás, Pago de los Arroyos y algunos más. Esta disposición no tuvo buenos frutos, por lo que el rey aconsejó que el pueblo lleve el nombre de San Nicolás como era hasta ese momento, agregándole la denominación “de los Arroyos”, haciendo referencia a los arroyos que rodeaban el pueblo. Esta preferencia molestó mucho a los indios, que no les agrado que su santo quedara a la sombra de San Nicolás de Bari, pero nada pudieron hacer.
San Nicolás de Bari sería desde ese entonces nuestro Santo Patrono y la lucha espiritual instaló un nombre final a la ciudad: San Nicolás de los Arroyos, que sería reafirmado por Rafael de Aguiar en 1748 cuando dio la fundación oficial a nuestro poblado.

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