Por Emilia Barbaro
Junto a los primeros rayos del sol que se asomaban, abrió
sus ojos y se dio cuenta que ya era hora de partir. Con un cálido beso, despertó
a su marido Juan de Dios Silva y se dirigió a la cocina donde prepararía un
abundante desayuno para los dos. Solo el Capitán -su marido- debía ir a esa batalla, pero ella decidió marchar junto a
él. Alejándose de su hogar y de sus ocho hijos, emprendió un
viaje lleno de valentía, amor y patriotismo. Dejó atrás el lujo y la comodidad
de su casa y partió al campo de batalla al que quizá
podría no haber ido nunca.
Ese 20 de noviembre de 1845, se desató la Batalla de la
Vuelta de Obligado. La mujer del Capitán Juan de Dios Silva, asistió a cada uno
de los combatientes -artilleros,
infantes y milicianos- que con coraje defendían la soberanía Argentina.
Sin saber cómo, había quedado en medio de los inaplazables
cañonazos anglo-franceses y las balas de los enemigos, ofreciendo agua fresca, primeros auxilios y vendajes a nuestros combatientes. Sabía muy
bien que estando ahí no podía temer que el fuego enemigo pudiera arrancarle la
vida en un segundo, ya se encontraba dentro de la contienda y tenía que colaborar.
Encontró su función adoptando el rol de enfermera, trasladando a los
heridos, apartándolos de la cruel batalla,mientras los cañones disparaban contra
las fuerzas federales, haciendo que el desenlace sea brutal y
angustiante. Cuerpos sin vida, combatientes mutilados,
centenares de patriotas heridos.
Y en esa escena se encontraba ella, la
valiente nicoleña Petrona Simonino, cuidando de cada uno que necesitaba de su cuidado, ayudando a cada uno que necesitaba de su ayuda. Pocos son los que conoce el nombre, la historia y la heroica generosidad de esta ciudadana nicoleña que se inscribió en la historia de la lucha por la soberanía
nacional. Una heroína olvidada, un símbolo de la mujer argentina.
Que lindo fue leer la historia de una Gran Mujer Nicoleña...
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